Al parecer tú ya vienes preparado de casa.
Nos miramos concentrados, agitados, esperando nuestro "gong".
Todo vale. Todo cabe.
No hay reglas ni árbitro que medie.
Nadie nos mira, nadie nos juzga.
En realidad ni siquiera estamos aquí...
¿verdad que no?
Gong...
Te insulto, me empujas, te araño, me embistes...
Entre el hambre y esta furia, como te muerda te arranco...
A ratos siento tantas ganas de acabar contigo como de tenerte,
de destrozarte como de que me destroces.
Por segundos me tienes en tus manos
y justo antes de que caiga me sujetas.
Por segundos te tengo yo en las mías,
te perdono y al segundo siguiente me arrepiento.
Debí arrancarte la cabeza como una mantis
la primera vez que me enseñaste las estrellas.