Ni tarde.
Era temprano
(que es completamente
diferente).
Y eso fue lo mejor
porque nos daba tiempo
para todo.
Para ordenar las perchas
sin ninguna prisa.
Para callar y no
precipitarnos.
Para probar quizás
a emborracharnos
y esperar que llegara
el unicornio.
No era pronto.
Ni tarde.
Era el momento.
Sólo necesitábamos
perder el miedo;
cerrar los ojos
y no desperdiciarlo.
2 comentarios:
Como siempre... ME ENCANTA!!
Guapaaaaaa!!!!!
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