Te regalo un mes
o como mucho dos.
Serás mi mayo-junio
si firmas aquí abajo,
y te haré feliz.
Te haré muy feliz, lo juro.
Te haré el hombre más feliz del mundo.
Te entregaré todo lo que ves
y creerás que es todo.
Te verás en mis ojos
y se saldrán los tuyos de las cuencas
cada vez que me mires.
Querrás tener diez manos
para amarrar mi cuerpo,
tres bocas
para comerme entera,
y cien vidas
para ponerlas todas a mis pies.
Viajaremos,
y será como la primera vez
que viajas.
Reiremos mucho.
Nos daremos calor.
Haremos planes,
y nuestros cepillos
se harán apasionados el amor
dentro de una vaso.
Te enseñaré a volar.
Sentirás la magia
y no habrá truco.
Sumarás a tu arco-iris
un color.
Te llenaré los bolsillos
con estrellas
de gravedad invertida
y flotarás,
y subirás al cielo,
y tocarás las nubes
junto a mí.
Se imantarán nuestras manos,
nuestros sexos.
Se buscarán nuestros ojos
como buscan el aire
los pulmones.
Te sentirás Arturo.
Pensarás que soy yo,
que llegué al fin,
que siempre fui,
que siempre me esperaste.
Y así será.
Seré yo,
sesenta días,
si firmas aquí abajo.
Pero cuando llegue julio
expiraré.
Será un golpe frío, seco.
Te faltará un color
y una sonrisa.
La prensa no hablará
del fin del mundo
ni dirán nuestros nombres,
pero todo te parecerá distinto.
Te sorprenderá que siga amaneciendo.
Te sacaré de un soplo de mi vida
y no lo entenderás.
No entenderás cómo lo hice tan rápido,
tan fácil;
Cómo es que salgo ilesa,
sin un rasguño.
Te preguntarás si me conociste,
cómo lo harás ahora.
No estaré cuando despiertes,
ni mi olor.
Mirarás triste, condescendiente,
la taza con la que desayunaba.
Ya no me verás saltar sobre la cama
desvestida de pijamas imposibles.
No sabrás con quién estoy
ni dónde,
ni si mi voz calla
o ríe
o sufre,
ni si deberías buscarme.
No pintaré las uñas de mis pies,
no para ti,
y te castigarás pensando
qué hiciste mal,
qué no me diste;
cómo se vuelve ahí arriba.
Querrás odiarme y no podrás,
pero el solo intento bastará
para que me recuerdes.
Te habré devorado,
como devoraban los dioses
a sus hijos.
Habré acabado contigo
y con las que vendrán después que yo.
Y pasarán los años
y guardarás mi nombre y mi apellido
en caja fuerte
(no como los demás)
y sonreirás pensando,
ya con hijos, una esposa y un perro,
que pasé,
que tuve que pasar,
que pasó tal y como te avisé que pasaría,
como te aviso ahora.
Mi amor caduca.
Yo expiro.
La única garantía
es que no hay ninguna
garantía.
Puedes creer que así será
y salvarte,
o ser tú quien me salve.
Si firmas aquí abajo,
no hay vuelta atrás.