o el erizo
o el corzo
o el conejo
o la paloma.
Como sus cuerpos inertes,
abandonados,
solos,
en un lado de la carretera.
Como los restos a los que nadie atiende,
que nadie recoge,
ni echa en falta,
ni reza,
ni homenajea.
Como la carne que vivió y ya no,
los ojos que vieron un mundo que ya no,
la prueba terminante de lo que fue y ya no
que a mí me encoge el alma
y me destroza,
porque a nadie le importa.
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