Métrica libre (o asalvajada, según se mire).

Y amor. Y dolor también.
Y soledad.
Y la luna, cada noche, plantada en mi cabeza.



viernes, 12 de noviembre de 2010

Huecos

A veces algo pequeño se hace un hueco en nuestra vida, y casi sin darnos cuenta, crece y crece. Un día nos despertamos y ¡voilà! Es tan enorme… Como cuando plantamos lentejas en el cole y un buen día, al correr al quicio de la ventana, vemos que lo que al principio era una semilla sin vida, ahora está latiendo fuerte y ramifica.



Lo bueno o malo de los huecos, según se mire, es que no se recuperan. Cuando algo germina y crece dentro, arrasando con todo lo demás, ya no hay manera: se ha hecho sitio y no desiste.

Incluso cuando no late, cuando se muere, queda el hueco ya vacío, eco, eco,
pero queda.
Sale en las radiografías, aunque no exista manera de extirparlo.

Sólo queda acostumbrarse, resignarse a vivir con un hueco muerto dentro, al que se mira de vez en cuando, como el que se cuenta los lunares, y entender que también forma parte de uno mismo.

Que los huecos no se arrancan, que no menguan, que permanecen allí donde un día cualquiera y sin querer, le hiciste sitio; Que son nuestros para siempre.

Sólo queda decidir si queremos pensar que nos vacían,
o preferimos soñar que, aun muertos, llenan.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno. La verdad, los huecos siempre llenan. Son experiencias, energias que fluyen a traves nuestro.
Nos toca hacer de conversor y de lo malo, siempre generar lo bueno.

Sonia Bartolomé dijo...

Gracias anónimo. Yo también pienso que los huecos siempre llenan y que nos toca aprender y transformarlos.
Gracias otra vez por estar ahí.