Amanece en mi ventana.
Desperezo mis ojos y abro con mimo el pestillo que de ti me separa, cristal a un lado, cristal al otro.
Lo de todas las mañanas. Un sol radiante, arcoiris, mi casa del revés y el camino interminable de baldosas amarillas.
Ni sombra de tu sombra.
¿Qué fuiste a buscar, amor?
¿Un cerebro, coraje, un corazón?
Se acabaron los favores. Se jubilan los magos y en esta generación no hay sustitutos. Se dieron al olvido, como las lavanderas, curtidores y el encaje de bolillos.
Se va perdiendo la esperanza y se decolora cada día un adoquín. Desaparecen. Piano desdentado colgado de la nada que sortear a golpes de suerte.
Tendrás que adivinar con tiento la senda que te traiga a mi casa del revés.
Me impaciento y disimulo.
Ni sombra de tu sombra en el camino de baldosas amarillas, hoy tampoco.
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