Abandonado a tu pesadez de hombre inmóvil me miras con antiquísimos resentimientos.
Óyeme bien:
soy inocente de tu pasado,
no soy tu puta madre,
ni tu enferma madre,
ni tu loca madre,
aunque sea puta loca.
No merezco recibir agresiones ajenas,
retrasadas y caducas.
No proyectes sobre mí los espectros de tu niñez.
Tengo forma, color y dimensiones propias.
Tampoco vengas a mí
llorando como un niño
cuando no lo eres.
Este regazo que te acoge también te desea.
No sobreactúes.
A mí también me expulsaron del paraíso
antes de tiempo
y sin notificación previa.
¿A quién no?
Anda hombre,
levántate de ti.
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